lunes, 13 de agosto de 2012

Recuerdos de mi vida




    Mi pequeña infancia fue muy feliz. Me crié en la casa de mi abuelo, en el pueblo, rodeada de pequeñas cosas que contenían grandes historias. Era un lugar entrañable del que guardo los mejores recuerdos de mi vida. Aquellos a los que acudo en momentos difíciles para poder seguir el duro sendero de la vida. A pesar de que ya pasaron muchos años, todavía siento los silencios que se creaban para escuchar las novelas en la radio, la que había traído mi tío Pedro en uno de sus innumerables viajes. Siempre traía algo para su padre, al que adoraba, y para sus hermanas, a las que mantenía en un pedestal. Las mejores telas o lanas que encontraba se las compraba para que se hicieran vestidos, chaquetas, y muchas más cosas. ....Y llegó la televisión. Y como no podía ser de otra manera, de la mano de  mi tío Pedro, un ser que heredó de sus padres grandes virtudes como la generosidad, la humildad, el saber sobrellevar cargas luchando contra viento y marea, ... No podría describir con palabras lo que siente mi corazón por mi abuelo, mi tío Pedro o mi madre, pero sí estoy convencida, de que a pesar de tener otros tíos, estas fueron las personas que más marcaron mi vida.
   La casa de mi abuelo era grande, sobre todo vista desde los ojos inquietos de una niña pequeña. Pero a pesar de todo era un hogar acogedor. Por las tardes, las mujeres de la casa, mi madre, mis tías, mi prima Julia, otra mujer con un gran corazón, y otras vecinas se dedicaban a las labores en el salón de la casa. Era muy grande. Encima de la mesa del comedor, que estaba en el centro de la estancia, había un cocodrílo disecado, regalo también de mi tío Pedro; a la mano derecha había un aparador en el que había una foto de mi tía Merceditas que murió siendo muy pequeña por causa de una mala caída y a la que mi abuelo besaba sin cesar y una foto grande de la boda de mi tío Pedro y mi tía Rosa en México. Mi abuelo miraba aquella foto y la de Merceditas todos los días antes de acostarse. Y yo cuando estaba con él en esos momentos sólo podía ver los ojos hermosos de mi tía Rosa a quien le debo muy orgullosa el nombre.
   Ahora todos son recuerdos, la vida es un gran camino de rosas hermosas que en sus tallos contienen unas espinas que te pinchan en lo más profundo de tu corazón y parece que te quieren arrancar la vida. Pobre abuelo, el Rey de mis historias, de mis cuentos, con quien yo tanto paseaba e iba al molino, siempre con su gran chaquetón sobre los hombros para que no cogiera frío. Me contaba historias de cuando se fue a la mili, de cuando estuvo en Cuba, de como debemos ser las personas. ¡Abuelo, cuanto me enseñaste y cuan poco lo aprecié en aquellos momentos!. Heredé de tí una gran virtud, que es ver las cosas pequeñas siempre como grandes y a saber conformarme con lo que me da la vida. Ahora, con los años, cada vez me afianzo más a tu filosofía de vida que en aquellos momentos tanto me costaba comprender.
  De sus hijos, Pedro y mi madre son los más parecidos a él. Cuantos regalos tengo de mi Tío, quien en alguna ocasión tal vez se tuviese que empeñar para podérmelos enviar. Por eso los tengo protegidos como si fueran lingotes de oro. Cuanto me cuesta escribir estas líneas, porque a pesar de tener una familia maravillosa la vida fue especialmente cruel con Pedro. Pero era como su padre, como el "Ave Fénix, siempre fue capaz de levantarse de sus propias "cenizas" y sacar a su familia adelante.
  Y qué decir de mi madre. Una verdadera MADRE, quien sólo tenía pensamientos para su pequeña, en los brazos de quien se murió a una edad demasiado prematura. Cuanto me quedó por aprender de ella, que dulce era, que buena, ...cuanta vida tenía por delante y cuan poco tiempo después de ella se murió su hermano Pedro. A veces, cuando lo pienso, creo que con mi abuelo están sus hijos más parecidos a él.
   MAMA. Cuando pienso en tí, en tus labores, en tu corta vida, no puedo dejar de pensar en una mujer especial que me marcó mucho en mi vida, Laura, me enseñó tantas cosas y, quien, al igual que antes de morir mi madre estaba siempre a su lado, desde que perdí a mi madre siempre supe que la tenía a ella para lo que la necesitase. Era una mujer de la cabeza a los pies. Vino a mi boda y, cuando llegó, cuanto lloramos las dos porque no estaba allí MAMA, cuantos recuerdos, cuanto hablamos y estoy orgullosa de haber llevado prestado algo suyo. ¡Qué mujer! Con qué entereza y sabiduría supo consolarme en unos momentos en los que yo tanto necesitaba a mi MADRE. Ella lo hizo como nadie sabría hacerlo, estuvo a mi lado y yo sabía que tenía en quien apoyarme. Yo era consciente de que ella estaba siempre allí, pero por desgracia la vida nos la arrebató a tantas personas que la queríamos por ser como nuestra "roca" de apoyo en los buenos y malos momentos. Tengo fe en que en el cielo estén todos juntos y me miren y se sientan orgullos@s de mí por tratar de poner en práctica siempre sus enseñanzas.
    Que tristeza, hace pocos meses se murió también mi PADRE, ¡AHORA ESTOY SOLA!. No tengo hermanos. Mi sangre son mis HIJOS a quienes quiero inculcarles las enseñanzas de estos seres que me quisieron tanto de los que tantas cosas buenas heredé! Tengo a mi marido que me apoya igual que mis hijos. Pero conforme pasa el tiempo recuerdo más a las personas que marcaron tanto mi vida y me siento privilegiada por haberlas tenido a mi lado aunque haya sido poco tiempo. Un enorme beso para todas ellas.

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