sábado, 12 de enero de 2013

"CARMIÑA, UNA MUJER DE ALDEA"

    Carmiña nunca pensó sentir tanta morriña de su Piornedo natal cuando tuvo que irse a la capital. Su corazón vivía en una angustia permanente que le impedía ser feliz en un lugar en para el que ella creía que no había nacido. Por supuesto que cuando llegó a Lugo de la mano de su madrina Maruja, la mujer de su tío Manuel, Carmiña observaba todo sin parar y todo lo que veía le llamaba la atención. Creyó poder acostumbrarse sin ningún tipo de problema al nuevo ambiente, aunque no así al carácter de Maruja, pero se sentía fracasar en ambos aspectos. En la ciudad todo iba rápido, las distancias para cualquier cosa eran mayores que en la aldea, y su madrina cada vez se volvía más insolente y más arrogante. Carmiña no se creía con fuerzas para seguir viviendo de una forma tan diferente a la que se había criado y sin el amor de sus padres y abuelos.
    Asomada a la ventana del piso de Maruja, miraba sin ver. Soñaba con la hermosa palloza en la que vivían en Piornedo, su forma era oval y estaba construida en piedra. ¡ESA ERA SU CASA!. Allí cocían el pan cada quince días en el horno casero, se ordeñaban las vacas todos los días, cada una de ellas tenía su propio nombre, recogía los huevos de las gallinas en el corral, ... las tareas de fuera de la casa la hacían sentirse libre. Hablaba con los animales y con las plantas y se sentía feliz. En Piornedo nació, en Piornedo quería vivir y en Piornedo quería morir.

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