lunes, 18 de febrero de 2013

CARMIÑA ESPERABA CON PÁNICO SU FUTURO

Después de pasar otra noche en vela, aquella mañana Carmiña permanecía en cama sin fuerzas para levantarse. Había llorado mucho, durante demasiados días. Estaba triste pero pensaba que se le habían acabado las lágrimas, ya que sus hermosos y grandes ojos verdes se encontraban secos. Se giró en el lecho y fijó su mirada en el techo de su habitación. Aunque era tarde, no tenía ganas de levantarse. Tampoco quería ver a la tía Maruja y su familia, una hermana déspota y su hijo Alberto, un hombre cincuentón, que no le gustaba nada a Carmiña. Era empalagoso y hablaba siempre como si tuviese la boca llena de algodón. Sun modales eran demasiado refinados para Piornedo y no se quitaba el traje ni la corbata ni para ir al campo.
Carmiña, desde que había escuchado la conversación que tanto la entristeció en la cocina de su casa, era consciente de que se tramaba algo a sus espaldas. Le preocupaba enormemente, el qué podía ser. Pero, ahora, sin fuerzas y doliéndole el corazón por la muerte de su padrino, no era capaz de concentrarse en lo que podrían querer prepararle en el futuro. Muchas vueltas le había dado pero no encontraba razón alguna para que se estuviese confabulando su familia sobre ella, pero a sus espaldas.
Llevaba rato oyendo ruidos molestos y voces muy altas en la habitación contigua a la suya. Allí había dormido tía Maruja, y, con su habitual peculiaridad, era obvio que pensaba que cuando ella se despertaba el resto de las personas que se encontraban en la casa tenían que hacer lo mismo. Su voz se elevaba cada vez más hasta conseguir resultarle molesta a Carmiña, quien para no oir a su madrina conectó el aparato de radio de su mesilla de noche y se dispuso a escuchar las noticias. Le dio voz hasta que no escuchaba a tía Maruja para poder concentrarse en lo que decía la persona que hablaba a través de las ondas radiofónicas.
No le había dado tiempo a concentrarse en el tema que se debatía a través del transistor cuando se asustó tremendamente al oir que la puerta de su habitación se abría de pronto y golpeaba fuertemente la pared. Se semiincorporó en la cama y vio sin dar crédito a Maruja vestida con un extravagante vestido color turquesa, muy pintada y llena de collares y pulseras, seguida de su hermana gritándole que se levantara y que apagase la radio "que estaban de luto". Carmiña miraba para ellas incrédula y muda. Aquella escena parecía salida de otra realidad, no de la que se vivía a diario en Piornedo.
Como ella no se movía, su tía le desconectó el aparato de rádio, se fue diciéndole "levántate ya que es tarde" y volvió a abatir la puerta. Carmiña volvió a recostarse en la cama y pensó en Manuel. ¿Cómo dos personas tan distintas podían haberse casado?. El con una educación exquisita y su mujer totalmente carente de ella.
Carmiña levantó muy despacio las mantas, se sentó en cama, y pensó en si tenía que volverse a vestir de negro o si podía poner otra ropa. Su madre no le había dicho nada y en vista de como se había vestido su madrina no sabía qué hacer. Pensó en tomarse tiempo y pensar, ya que creía que aquel iba a ser un día muy largo para ella.

1 comentario:

  1. Me encanta cómo escribes...he leído que vas a publicar el libro. Estoy interesada en leerlo!
    Un abrazo y sigue escribiendo!

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