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miércoles, 11 de octubre de 2017

COLORIDOS IMAGINARIOS, por Rhodéa Blasón

      Desde mi ceguera ocular me imagino la amplia amalgama de coloridos espectaculares que pueden girar a mi alrededor. Quiero ser positiva, y ver con mi mente los verdes de la naturaleza, los azules del mar y del cielo, los ocres rojizos del otoño, los rojos vivos de los barcos pesqueros atracados en el muelle de piedra gris, la brillante arena que regala a quien la mira iridiscentes reflejos de múltiples colores producidos por su contacto con los rayos solares, ...Cuánto daría por volver a tener luz en mis luceros por unos segundos!!! Pero la vida no nos da nada más que una oportunidad. Mientras tuve vista no supe apreciar la magnificencia que se me ofrecía gratuita ante mí y ahora sólo me queda fantasear con lo que creo que es y puede no ser. Incluso trato de ponerle colores a los olores que mi olfato percibe, pero no dejan de ser sueños imaginarios de una mente solitaria y sumida en una obscuridad llena de penumbra que aunque sueñe con colores no puede apreciarlos.

jueves, 25 de mayo de 2017

EL SILENCIO, por Rhodéa Blasón

       El silencio es mi fiel amigo, ni negro ni blanco, sino una amplia paleta pictórica de coloridos que me seducen según las situaciones emocionales que me encuentro viviendo en cada momento.

                                Una vida marcada por la grisácea soledad
                  me obligó a abrirme camino en una verdosa senda llena de cruel verdad;
                  mis ilusos sueños se alimentaban del tenue sonido del amarronado trino de los pájaros
                  y de las cantarinas y azuladas cascadas de cristalina y límpida agua,
                  siempre cercanas a la sombría y obscura robleda.

                                No obstante, recuerdo con fascinación los anaranjados y rojizos atardeceres
                 que admiraba al lado de la nívea puerta,
                 a los pies de mi dulce y amado abuelo sentada,
                 antes del ámbar silencio y la negrura de mis luceros.

                                Estos llegaron, de prisa, al caer por las barnizadas escaleras
                de un claro color miel encerado y trabajado con mimo
                por las delicadas y blancas manos de mi risueña abuela;
                no ver, convirtió mi vida en una amalgama de grises amarillentos,
                y, no oír, es una evocación permanente de los alegres colores del arco iris,

                perlados con sus reflejos multicolores que dan rienda suelta a mi único poder de imaginar.