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jueves, 9 de noviembre de 2017

ALLÍ EN DONDE NACES, ALLÍ EN DONDE MUERES, por Rhodéa Blasón


    -Miradme, podéis hacerlo las veces que queráis. -Vociferaba sin parar- Soy diferente, ya lo sé y vosotros estáis henchidos de un resentimiento que no os permite subsistir.

    Lo que más daño le producía era que aquellos a quienes exhortaba no eran capaces de replicar su severa crítica. Nunca lo hacían. Permanecían estáticos y taciturnos catando la dulzura del sometimiento a causa de sobrellevar el cruel padecimiento de la tristeza por los bienes ajenos.

   -Aquí estoy sólo. -Volvía a increparlos- Entre todos podéis arremeter contra mí y despojarme de mis bienes. Cobardes!!

   Ninguno de los otros se movía. Sólo le vigilaban. Era espléndido y agraciado y ellos, aún de su estirpe, eran deformes y desagradables a la vista. No disimulaban su amargura por su divinidad y encanto.

    El era consciente de ello, pero no podía desplazarse. Sus raíces estaban ancladas con suma fortaleza a aquella tierra y aquel, mal que les pesara, era su clan. Ninguno tenía la oportunidad ni la autoridad de alcanzar un traslado.

    La Naturaleza es así con los árboles. Sabia y poderosa. Allí en dónde naces, allí en dónde mueres. Aunque tu familia no te quiera por no ser verde y tener en el otoño esos maravillosos colores cobrizos en los que el poco sol que baña tus ramas se refleje como en un cristal facetado del que surjan multitud de rayos de diferentes colores.Yo soy feliz y no me importa lo que piensen, pero ser diferente a los otros siempre será complicado en mi existencia.


lunes, 1 de agosto de 2016

LA ENVIDIA, ¿SANA O NOCIVA?, por Rhodéa Blasón

           Cuánto se puede hablar sobre la envidia! Podríamos llenar inmensidad de páginas con referencias argumentando sobre si la tristeza sobre los bienes ajenos existe, es buena o mala, al tipo de personas que puede afectar, si consiguen ser más felices que el prójimo, ...aunque no descubriríamos nada nuevo, pero sí muchos lectores de estas líneas identificarían a personajes cotidianos que se pudiesen encasillar en esos términos: “ENVIDIOSOS”. Evidentemente, todos en este mundo hemos conocido a personas celosas patológicas, hemos hecho vida social con ellas, incluso trabajado sin percances, pero descubriendo que quienes sufren de este padecimiento son tristes, muy desdichados y, que en mi opinión, ni son totalmente libres ni felices. Anhelar continuamente los bienes o los éxitos de sus semejantes es un grave padecimiento que corroe por dentro a quien lo sobrelleva.

           Llegados a este punto podríamos deducir que, observando, vemos como la envidia enferma a quien le angustia el corazón y la mente, haciéndole apartarse incluso de la realidad habitual, familiar y social. Un prestigioso siquiatra forense y escritor madrileño al que me une una gran amistad reitera a menudo que “las desgracias las provocan la envidia, los celos y la ignorancia”. Y yo estoy de acuerdo. Un padecimiento tan grave que impide ser feliz a quien lo vive no puede ser sano en ninguno de los casos y sí tan nocivo como la más malsana y maligna de las drogas que existen en nuestra humanidad.


           Lo peor de todo es que los seres poseídos enteramente de esta gran lacra social hacen infelices a sus familiares más cercanos que ven como se consumen soñando con lo que no pueden tener. Es como el cuento de “La Lechera” que sueña y sueña con lo inalcanzable para ella. Aprendamos a ser felices con lo que tenemos, sonriamos a la vida y enfrentémonos a ella con valentía no con recelos perniciosos y malévolos.